Ser parte del Semillero Empresarial fue algo diferente a lo que normalmente vivimos en la universidad. Desde el principio supe que no iba a ser una experiencia de reuniones o presentaciones formales. Fue algo más sencillo, pero muy real, donde pude ver de cerca cómo alguien saca adelante su propio negocio con esfuerzo y dedicación. Esa cercanía me enseñó más de lo que imaginé. Emprender nunca será fácil y a veces lo simple es lo que más nos enseña.
Tuve la oportunidad de conocer a la emprendedora en el auditorio de la universidad, y luego contactarla por mensajes. No hubo reuniones largas ni un lugar específico para trabajar. Ella fue amable y estuvo dispuesta a colaborar. Me sentí cómodo trabajando así, con respeto y confianza mutua.
Una de las cosas que más me gustó fue conocer cómo nació su emprendimiento. Me contó su historia, qué ofrece, a quién quiere llegar y todo lo aprendido con el tiempo. Me sorprendió ver lo clara que tenía su idea, y cómo, a pesar de no tener muchos recursos, supo mantenerse firme en su propósito. Se nota que le pone mucho corazón a lo que hace. Escucharla me motivó a seguir creyendo en los proyectos que nacen del esfuerzo personal, también me llamó la atención cómo trata a sus clientes.
Los valora, quiere que se sientan bien atendidos y se fija en los pequeños detalles. Esa parte humana es la que marca la diferencia en su trabajo. Conversamos sobre algunas ideas para mejorar, como mostrar más su producto o usar herramientas que la ayuden a llegar a más gente. Ella recibió las sugerencias con buena actitud y muchas ganas de aprender. Eso me pareció muy valioso.
Más adelante, trabajamos en revisar cómo comunica su emprendimiento. Hablamos sobre su presencia en redes sociales, cómo muestra sus productos y qué quiere transmitir. Aunque no tiene muchas estrategias ni una gran presencia en internet, se nota que tiene una intención sincera de conectar con la gente. Esa autenticidad me pareció muy importante. Me ayudó a entender que comunicar bien no siempre significa hacerlo perfecto, sino hacerlo con honestidad.
Lo que más valoro de esta experiencia es que fue algo real, sin adornos. No fue hacer una tarea por cumplir, sino conocer la historia de una mujer que está luchando por su sueño y que no se rinde. Escucharla me hizo pensar en todo lo que hay detrás de cada negocio: muchas horas de trabajo, decisiones difíciles, momentos buenos y también complicados. Aprendí a ver más allá de lo que se ve por fuera.
En lo personal, esta experiencia me ayudó a organizarme mejor y a cumplir con los tiempos. También me enseñó a comunicarme con más claridad. Me di cuenta de que no siempre se necesita un lugar perfecto para trabajar, a veces solo se necesita actitud, respeto y ganas de hacer bien las cosas. Además, pude aplicar lo que he aprendido en clases de una forma práctica, lo cual me hizo sentir útil. Sentí que todo lo que estudio sí tiene un impacto real.
Trabajar con ella me hizo pensar en la importancia de la empatía. Cada emprendedor tiene su historia, su ritmo y sus retos. No se trata de llegar a decir lo que está bien o mal, sino de escuchar y acompañar desde lo que uno sabe. Me gustó poder hacer eso, sentir que desde mi carrera también puedo apoyar procesos reales. Esta vivencia me hizo ver que el diseño no solo es crear cosas bonitas, también puede servir para acompañar a las personas en sus caminos.
Aunque solo nos vimos una vez en persona, logramos conectar. Hubo confianza, respeto y ganas de colaborar. Eso hizo que todo fuera más ligero y agradable. No sentí presión, pero sí compromiso de los dos lados. Trabajar así me ayudó a valorar lo simple y lo humano. Fue un proceso tranquilo pero muy enriquecedor.
Más allá de lo académico, esta experiencia me dejó una enseñanza sobre lo valioso que puede ser lo cotidiano. A veces pensamos que solo lo grande y profesional cuenta, pero aquí vi que lo pequeño también tiene fuerza. Una buena conversación, una idea compartida o una escucha atenta pueden hacer la diferencia. Esto me hizo valorar más las cosas simples del día a día.
Algo que me marcó mucho fue la admiración que sentí por ella. Detrás de cada emprendimiento hay una persona con sueños, con historia, con miedos y con muchas ganas de salir adelante. Creo que este tipo de proyectos nos permiten ver más allá de los productos y conectar con las personas y sus realidades.
Eso me pareció muy importante para seguir creciendo como profesional y como persona. Sentí que esta experiencia me ayudó a crecer en lo personal. Muchas veces pensamos que solo se aprende dentro del aula, pero al salir al mundo real y conversar con alguien que está viviendo otra realidad, uno aprende mucho más. Escuchar, preguntar con respeto y tomar en serio lo que el otro comparte también es parte de nuestra formación. Esta experiencia me enseñó a valorar más mi rol como estudiante de diseño y como ser humano.
El hecho de trabajar de forma distinta, sin tantas formalidades, fue un buen aprendizaje. No todos los proyectos se dan en condiciones ideales, y saber adaptarse es algo que seguro me servirá en el futuro. Me ayudó a tener más paciencia, a confiar en el proceso y a valorar cada pequeño paso. Entendí que se puede avanzar incluso cuando no todo es perfecto.
Estoy muy agradecido por haber sido parte de esta experiencia. Me llevo aprendizajes importantes, la historia de una mujer valiente y la satisfacción de haber podido aportar. Esta experiencia me recordó por qué elegí mi carrera y me hizo sentir que voy por el camino correcto.
Escrito por Erik Paúl Calle Piedra, estudiante de Diseño Gráfico, Universidad Indoamérica. UTI BUSINESS SEMILLERO EMPRESARIAL.