Cada 29 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Salud Digestiva, una oportunidad clave para reflexionar sobre los retos que enfrentamos en la prevención y el manejo de enfermedades gastrointestinales. Entre ellas, el cáncer gástrico sigue siendo una de las más letales y olvidadas en nuestro país.
En Ecuador, esta enfermedad no es solo una estadística. Afecta a cientos de familias cada año y suele detectarse cuando ya es demasiado tarde. Según datos del Hospital de Especialidades Eugenio Espejo (HEEE), el cáncer gástrico es el más frecuente en el país, y la mayoría de los casos se diagnostican en etapas avanzadas, reduciendo drásticamente las posibilidades de supervivencia. Esta realidad nos interpela como sistema de salud, como profesionales y como sociedad.
Diagnóstico tardío: una cruda realidad que cobra vidas
Un estudio realizado en el HEEE entre 2012 y 2017 analizó a 159 pacientes con cáncer gástrico. Los hallazgos son alarmantes:
– El 72% de los casos fueron diagnosticados en etapas regionalmente avanzadas o metastásicas.
– La mediana de edad fue de 61 años, pero se ha observado un aumento en casos más jóvenes.
– El dolor abdominal (59%) fue el síntoma más común, aunque inespecífico y fácilmente atribuible a otras afecciones.
Mientras que, en países como Japón o Corea del Sur, con sistemas de cribado bien establecidos, la supervivencia supera el 70%, en Ecuador seguimos atrapados en un ciclo de diagnóstico tardío y mortalidad elevada.
¿Por qué llegamos tarde? Barreras estructurales y culturales
- Desinformación sobre síntomas tempranos: Muchas veces el dolor abdominal, la acidez o la pérdida de peso se interpretan como gastritis o estrés, postergando la consulta médica.
Propuesta: Implementar campañas educativas en barrios y comunidades, lideradas por universidades y centros de salud.
2. Acceso limitado a diagnóstico endoscópico: En zonas fuera de Quito o Guayaquil, los tiempos de espera para una endoscopía pueden ser de meses.
Propuesta: Firmar convenios entre facultades de medicina y hospitales públicos para crear brigadas móviles de detección temprana.
3. Estigmatización del cáncer: El miedo al diagnóstico o la desconfianza en el sistema de salud hace que muchas personas eviten buscar ayuda.
Propuesta: Talleres comunitarios dirigidos por estudiantes de Psicología y Medicina para abordar el miedo y promover la atención temprana.
Universidades como motor de cambio: investigación, educación y acción:
– Investigación local: El estudio del HEEE es un inicio, pero necesitamos más investigaciones sobre factores específicos en Ecuador: dieta, infección por Helicobacter pylori, genética, hábitos de consulta.
– Voluntariado y tamizaje: Las universidades pueden organizar jornadas de tamizaje en zonas de riesgo, involucrando a estudiantes en acciones reales de prevención.
– Abogacía en políticas públicas: Es crucial exigir que el cáncer gástrico sea considerado prioritario en el Plan Nacional de Salud, con recursos para campañas y acceso diagnóstico.
Transformar el miedo en esperanza
El cáncer gástrico no tiene por qué ser una sentencia de muerte. El panorama que nos presenta el estudio del HEEE es preocupante, pero también una oportunidad para actuar. Desde nuestros espacios —la consulta, el aula, la comunidad— podemos construir un nuevo enfoque:
- Educar sobre los síntomas tempranos.
- Investigar con pertinencia local.
- Actuar con compromiso social y alianzas estratégicas.
¿Qué más podemos hacer juntos?
¿Has atendido pacientes con cáncer gástrico?, ¿tienes ideas para mejorar el diagnóstico temprano en tu comunidad? Te invito a compartir tu experiencia o propuestas en los comentarios. Solo con participación colectiva podremos reducir el impacto de esta enfermedad silenciosa.
Escrito por Lilian Camaño Carballo, Especialista en Gastroenterología, Docente tiempo completo de la FACSBH. Universidad Indoamérica.